El Maresme en velero

El pasado jueves salimos en velero por la tarde desde Port Olimpic de Barcelona. La idea era realizar una agradable travesía por la costa del Maresme a bordo del Catvents, un velero Beneteau Oceanis 39.3.

El parte anunciaba rachas de fuerte viento del SW por la tarde que irían remitiendo conforme avanzara la noche. Como la idea era navegar con rumbo norte, la dirección del viento nos favorecía.

Después de arranchar convenientemente el velero, comenzamos a devorar las primeras millas. A la altura de Badalona el mar ya nos mostraba su cara menos amable. El mar ya estaba formado con olas que superaban los 2 metros. Mayor y Génova con 1 rizo respectivamente nos hacían navegar bastante cómodos  de aleta. El anemómetro seguía subiendo, y a la altura de El Masnou, todo hacía pensar que era conveniente tomar un segundo rizo. A pesar de ir navegando con portantes, las olas eran ya de 4 metros y muchas de ellas rompían con fuerza sus crestas contra el casco.

La maniobra de rizar no iba a estar exenta de complicación, máxime teniendo en cuenta que mi compañero Roberto carecía de experiencia. De hecho, en honor a la verdad, íbamos los dos solos abordo, y él venía con la intención de tomar experiencia en la navegación a vela en esta singladura. Al iniciar la maniobra, la vela viró repentinamente hacia proa empezando a revirar las dos escotas y originando un tremendo lío que acabó con las escotas anudadas en el stay de la vela con un «nudo perfecto». Dejé la rueda en manos del asombrado Roberto y me dirigí hacia proa con el arnés bien unido a la linea de vida. Después de varios submarinos, un baño de mar, y unos interminables minutos, conseguí deshacer los nudos optando por desmontar completamente la maniobra de ambas escotas. Ya volvíamos a tener gobierno con una escota de Génova rizada al máximo. Las puntas de velocidad eran vertiginosas: hasta 12 nudos llegó a marcar la corredera. La velocidad,  la altura de las olas, y sobre todo el corto periodo de las crestas, exigían una atención continua de la rueda.  Las rachas de viento ya eran atemporaladas, y decidimos dirigirnos al Puerto de Arenys de Mar para recalar. No tenía claro si íbamos a poder entrar por la bocana, ya que todos los puertos y Marinas de Barcelona y Maresme están orientados al sur, ya que el viento predominante es el levante. No recordaba un temporal de S-SW tan virulento y sobre todo capaz de levantar tanta altura de ola a pesar del poco fetch. Después de virar por avante, acometimos nuestro último bordo pero el puerto de Arenys permanecía totalmente oculto por las olas. Finalmente pude distinguir el faro verde de estribor y sin mayor preambulo esperamos las consabidas 3 olas para entrar a 3.000 rpm. Máquina avante que nos hacía navegar encima de la ola a máxima velocidad, hasta que ya entramos en la bocana. Era de noche y decidimos ir directos al muelle de la gasolinera, donde no sin cierta dificultad pudimos abarloarnos y pasar por fin nuestra primera noche. Una cena de buen pescado fresco del restaurante de la lonja, fue la mejor recompensa a nuestro esfuerzo. Culminamos la velada en un local muy bien ambientado donde pude descubrir la bebida que distribuye Roberto en España: Jagermeister, que con 25 cl de ese licor bien helado a -18º y combinado con zumo de naranja servido en copa balón, nos dejaron un fantástico saber de boca antes de tomar la cama y caer rendidos.

Al día siguiente, el viento había remitido totalmente. Quedó un mar de fondo incómodo durante la mayor parte del día, pero nada que pudiera parecerse a la situación vivida el día anterior. Ahora sí Roberto podía tomar sus clases de forma relajada. Pasamos el día entre maniobras en puerto, bordos, viradas y trasluchadas. Finalmente, y hacia las 18:00h nos dirigimos a Port Balís en la población de Llavaneres. Debo confesar que hacía mucho tiempo que no recalaba en este puerto de grandes recuerdos de mi niñez a bordo de embarcaciones que por sus dimensiones botava siempre desde la rampa.

El Catvents descansaba en un amarre fantástico justo delante de Capitanía y pudimos disfrutar de unas magníficas instalaciones, además de un par de restaurantes fantásticos que nos encantaron. Por la noche cenamos en el restaurante El Racó del navegant. Nos sirvieron una deliciosa Escórpora a la brasa y por supuesto de postre tomamos un clásico de la zona: la coca de Llavaneres.

Al día siguiente alargamos nuestra estancia ante semejante oferta gastronómica y de servicio, y acudimos al Restaurante La Taberna del Port, pudiendo disfrutar de una excelente paella y un servicio amable y eficaz.

El domingo finalmente sobre las 07:00h nos levantamos y después de un copioso desayuno a bordo, pusimos rumbo a Barcelona, pudiendo disfrutar de un último día fantástico con algo de viento a primeras horas del día.

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.