Crónica de nuestro viaje a Menorca en velero

Ya de regreso, empezamos a repasar uno a uno los momentos tan intensos vividos estos días. La verdad es que hemos tenido una climatología bonancible; que por otro lado ya nos la merecíamos después de este invierno y primavera… La travesía fue realmente un placer, y a pesar de tener que hacerla toda a motor, el estado del mar, y la cantidad de fauna marina que pudimos ver, compensó con creces el continuo sonido del «viento de bodega».

Numerosos delfines, un par de peces espada dando piruetas, una tortuga flotando tranquilamente, peces luna aleteando, y un par de ballenas mostrando graciosamente su aleta caudal, amenizaron una travesía de 110 millas que se hizo corta.

Zarpamos sobre las 11:00h del jueves y a las 04:30h del viernes ya estábamos a 5 millas de la costa norte de Menorca. Teniendo en cuenta que la tripulación dormía plácidamente, decidimos seguir navegando buscando el sur y así esperar que el día despuntara. Sobre las 06:30h fondeamos en uno de esos rincones mágicos de Menorca, justo al lado de Cala Bosch, vigilando el bajo del Espets atentamente. Hierro en el fondo, cadena suficiente para impedir el garreo, y a dormir.

El resto del viernes lo pasamos en Cala Trebalujer, ya que las habituales de Galdana, Turqueta, y Macarella estaban bastante frecuentadas. La tripulación agradeció pasar el día en una cala como esta, con una gran belleza natural, y con poca densidad de barcos fondeados. Cena a bordo y noche fue tranquila.

Por la mañana pusimos rumbo al sur para disfrutar del paisaje menorquín. A bajas revoluciones y pegados a tierra todo lo que aconsejaba la carta náutica, recorrimos algunas millas para posteriormente volver rumbo oeste y fondear el Cala Macarella, ahora ya algo más despejada. Snorkel, baño, sol, y como no comida en la ya clásica Cafetería Susi para disfrutar de unos buenos platos combinados.

Por la tarde nos dirigimos hacia Cala Bosch para poder bajar la tripulación con nuestra embarcación auxiliar en el pequeño puerto de Tamarindo. Desde allí acceder a Ciutadella es rápido y el desembarque en el pequeño y recoleto puerto también tiene sus comodidades. A alguna hora de la madrugada, la tripulación volvió de disfrutar de las fiestas de San Juan emocionados por todo lo que habían visto por primera vez: caballos preciosos jaleados por miles de personas, y un ambiente espectacular.

El domingo, después del baño, y antes del desayuno, navegamos tranquilamente hasta llegar a Ciutadella donde pudo desembarcar toda la tripulación, no sin cierta dificultad, debido a las especiales facilidades que los puertos y marinas de Baleares suelen brindar a los navegantes. No obstante, como ya estamos acostumbrados, todo salió a la perfección y repuestos nos dispusimos a recibir a un nuevo grupo con el que pasamos tres días maravillosos donde la gastronomía, y la navegación fueron los paltos principales.